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Desde las “glorias” romanas a las kachelofen del norte de Europa, tenemos en la historia muchos ejemplos de estufas de inercia térmica.

Las estufas de inercia térmica se componen de una cámara de fuego donde comienza la combustión y una serie de conductos por donde se distribuye el humo. A la salida del humo, este tendrá la menor temperatura posible, consiguiendo así el máximo aprovechamiento del combustible.

De esta forma aprovechamos al máximo la leña consiguiendo rendimientos de hasta el 95% del combustible.

Con una o dos cargas por día de entre 8 y 15kg. de leña, tendremos nuestra casa caldeada al haber acumulado el calor en el material que compone la estufa.

Mediante estos fuegos intermitentes conseguimos un calor agradable durante 24h.

Las trampillas de la estufa permiten cerrarla por completo al terminar la combustión, evitando perdidas de calor innecesarias.

La entrega de calor será en forma de calor radiante mayoritariamente lo cual dota a la vivienda de un elevado confort térmico, más estabilidad de temperatura a lo largo del día y una mejor gestión del calor.

Cada diseño integra una serie de conductos para direccionar el humo, pudiendo ser horizontales o verticales en función del modelo.